Un vestido de novia en rojo
Ricardo y yo nos comprometimos un 3 de Agosto, el día de mi cumpleaños. Dijo que escogió ese día porque resulta que tengo un scanner que detecta cualquier tipo de movimiento o de intensión y que si me lo hubiera pedido en cualquier otro momento me hubiera dado cuenta inmediatamente de que algo traía entre manos.
Él es de Cartagena pero su familia vive en Santa Marta. Por mi parte soy una Rola no muy convencional, lo único que tengo de Bogotana es el amor por la ciudad que me vio nacer y el acento; mi familia y mi corazón son Sincelejanos y por eso, en cuanto decidimos casarnos me imagine casándome cerca de la gente que mas amo. Quería casarme en un ambiente familiar con la familia y los amigos mas cercanos. Queríamos que nuestra boda reflejara nuestras raíces, nuestros gustos y por supuesto nuestro amor.
Decidimos casarnos en Las Flores, un corregimiento humilde de casas de caña y caminos destapados que queda a 2km de Sincelejo. Me quería Casar en Verbelandia, una finca que ha sido el hogar y el trabajo de décadas de una de mis tías. Un paisaje hermosísimo lleno de arboles y de olor a campo. Un corregimiento humilde de gente sencilla y campesina que se sentaron en la cerca a ver todo el evento a lo lejos. En la Historia de Las Flores nunca habían hecho un matrimonio de esas proporciones.
Quería que el ambiente estuviera adornado por velas y por cosas que yo misma hice para que todo fuera orgánico y original. No quería que fuera un matrimonio convencional. Me esforcé para que cada detalle hecho con mis manos hablara de nuestra historia y de nuestro estilo.
Buscábamos un ambiente familiar y sin tanto protocolo, que conservara la elegancia y la sobriedad. Cada detalle de ese día esta registrado en el increíble trabajo fotográfico de Diana María Navas. La fotografía de La Vida Alegre logró inmortalizar cada momento de ese día con sutileza, con sencillez, con amor.
Cada una de las fotografías que tenemos del día de nuestro matrimonio tienen una carga emotiva que llena de significado las imágenes. El talento de esta artista y colega nos emociona cada que vemos las fotos porque es un trabajo impecable que nos permite tener por siempre un recuerdo vivo de ese día.
Nos casamos bajo una ceiba entre dos represas de agua, caminé por un sendero de la mano de mi papá y acompañados por el sonido del saxofón de un músico extraordinario. Todo fue como lo había imaginado, como quería que fuera. Todo fue un reflejo de la inspiración de este evento: Mi vestido de Novia.
Todos los invitados estaban vestidos de blanco, guayaberas de lino y vestidos de cóctel y en medio de tanto blanco aparecí yo, irreverente y dispuesta a hacer las cosas de manera diferente: Flotaba sobre el pasto con mi vestido rojo. No pude ver la reacción de la gente, estaba con mi mirada clavada en los ojos de Ricardo pero se sintió bien casarme con un vestido que no era solo un vestido de novia. Se sintió mas que bien saber que era un vestido que había sido hecho solo para mi. Por primera vez, había una prenda en el mundo hecha solo para mi. Fueron meses de trabajo hecho con amor y con esmero. Cada centímetro de ese vestido habla de mí pero también habla de las manos delicadas y trabajadoras de Catalina y su equipo de confección.
La creadora del mejor elemento de nuestro matrimonio es Catalina Bayona, una Mujer que logro darme confianza, una excelente diseñadora que toma su oficio no como un trabajo sino como un estilo de vida. Eso se siente en su mirada dulce y sus abrazos sinceros. Respeto profundamente el trabajo que realiza porque es un arte que no todos apreciamos.
Conocí a Catalina cuando todas mis opciones estaban descartadas, no lograba encontrar un vestido que no fuera de fiesta o de prom. no quería un vestido de gala. Quería un vestido de novia pero al parecer en Bogotá no existe un vestido de novia Rojo. Siempre supe que no quería casarme de blanco. Siempre supe que mi vestido no debía simplemente hablar de un momento especial de la vida. Quería que ese vestido hablara de mi, de mi espíritu libre, de mi personalidad desparpajada. De mis ganas de ser diferente y de romper los moldes.
Catalina contestó mi mensaje y hablamos por teléfono, me pareció encontrar complicidad cuando no le pareció raro que quisiera casarme de rojo. Me pareció Bonito que se entusiasmara tanto como yo de hacer algo diferente. Entre tantos vestidos de novia blancos aparecía de repente uno rojo. A partir de ese momento encontré (a demás de mi mamá) a alguien que estaba dispuesta a asumir el reto y a seguirme la cuerda en mi idea de casarme con un vestido que no fuera blanco. Enseguida volaron encajes y telas y fue como si Catalina supiera que era exactamente lo que quería. Quería seguir sintiéndome como una novia, pero quería arriesgarme a sentirme feliz de vestirme con el vestidoque realmente deseaba y no conformarme con algo que me quedara bien.
Catalina no fue simplemente la diseñadora del vestido, me acompañó y me incluyó en cada paso de la confección: desde la escogencia de las telas y el bosquejo del diseño en un figurín, hasta la última prueba donde lloramos de emoción cuando vimos el resultado final de nuestro bebe.
El 25 de abril de 2015, caminé hacia la ceiba orgullosa de sentirme como una novia, de haberme arriesgado y usar lo que yo quería, de ponerle el toque especial a la noche, de sentirme única. A medida que pasaban las horas y en medio de las luces, la comida sabanera de mi Sucre, la música de Banda, Los gaiteros, la cumbiamba y todas las sorpresas, el vestido brilló y cada vez se veía mejor y yo sentí que todo encajaba. Gracias a cada una de las personas que hicieron de ese momento inolvidable, irrepetible y único. Gracias Cata, por entregarte por completo en cada uno de tus proyectos y por hacerme sentir la mujer mas linda en un vestido tan único.